Cualquier lector es ante todo un antologador en potencia, aunque no todos terminen en la compilación de un libro, porque nuestra memoria es el archivo que recoge -a través de las lecturas- aquellos textos que le han parecido relevantes ante otros textos que caen en el olvido, y que, como lectores, trasformamos cuando lo sacamos a relucir o lo compartimos con otros lectores. Porque cada lectura ha sido siempre diferente y porque aquello que fue leído lo hemos hecho nuestro: «Todo lector es un antologador que su a vez engendra lectores».
-Alberto Manguel
La antología como documento cultural literario
Es común una falta de reflexión teórica en cuanto a las antologías, pues éstas no constituyen una mera colección o selección azarosa de contenido, sino que en sus versiones mejor logradas pueden llegar a constituir textos canónicos o representativos. El crítico Alfonso Reyes arguye que un antólogo no es un mero coleccionista de textos, sino quien lee, “desde una posición crítica, una serie de textos, elegidos e individualizados entre lo diverso, para alojarlos en una forma nueva que llamamos antología, donde son vistos en su conjunto como un único texto”.
La antología literaria se ha entendido tradicionalmente como un documento cultural que ayuda a ilustrar la creación de manera crítica y los criterios históricos y culturales de una época. Son documentos dignos de estudio y comentario, pues como afirma Amadeo Quondam, contienen en sí “una organización de valores, signo de un vehículo ideológico, que pretende fundamentar la identidad literaria de una cultura”. Reúne a modo de cimentar la cultura literaria brindándole una reflexión actualizada y seleccionando unos modelos frente a otros. Juan Domingo Vera propone tres clasificaciones en la construcción discursiva de las antologías. Éstas incluyen la forma antológica como una entidad discursiva coherente, que aspira a ser leída como un libro, la forma antológica como género literario y la forma antológica como vehículo ideológico y didáctico, que incide un proceso de canonización.
Aunque el antólogo, ente que pretende y ejercita motivos específicos ante la creación de una construcción crítica, exponga los motivos que le han llevado a seleccionar unos textos u otros, más bien queda a instancias del lector ejercer sobre ellos una lectura nada inocente que cuestione ideologías políticas, culturales y sociales a la vez que las estéticas, ya que unas no se desarrollan desligadas a las otras. En general, las antologías responden a intereses particulares de éste, pero la antología como documento es ante todo un punto de partida hacia un abordaje histórico, cultural y literario importante y necesario.
Aunque se concibe el trabajo antológico como integrador de ideología y estética, como ha precisado Claudio Guillén es ante todo «una invitación a la forma», una estructuralización con elementos de diversa índole (modelos, convenciones de la época, gusto del lector, núcleos temáticos, etc.) Estos actúan simultáneamente como un todo organizado en una estructura autosuficiente, cuyo estudio debe afrontarse no sólo desde perspectivas estructurales y temáticas, sino también desde instancias históricas, para explicar por qué en una sociedad, en un determinado momento, perpetúa como norma estética una realización discursiva.
La antología de cuento en Puerto Rico
La antología ha sido una estructura histórica recurrente en la cultura, al servicio como explica Todorov, de unos propósitos ideológicos, estéticos y didácticos. El canon literario en Puerto Rico, en el caso de la antología cuentística y de otros géneros, ha reafirmado un sentido de la nación y de identidad cultural. En compilaciones de este tipo ha predominado una ideología de lo puertorriqueño y nacional frente a la literatura universal, que en ocasiones se extiende hasta nuestros días. El sentido de la nación como mito moderno y el sentido fundacional en lo literario debería verse como un corpus de integraciones que tome en cuenta tanto la ideología como la estética y que exponga de manera objetiva la producción cuentística, que es en la que nos enfocaremos en esta ocasión.
Los criterios objetivos del lector deben tomar en cuenta, por ejemplo, que nuestras primeras antologías de cuento se centraban en lo costumbrista, en leyendas y estampas folklóricas. Esto comenzó desde el Aguinaldo Puertorriqueño en 1843 y Álbum Puertorriqueño en 1844, en su mayoría impresas con fines didácticos o de instrucción en el país (lo que ha creado, entre otras cosas, la noción de que es este tipo de escritura la que se ha producido en la isla y que carece de variedad en temas). Varias antologías representativas podrían servir de guía hacia una iniciación al estudio del género cuentístico contemporáneo en Puerto Rico, que nos pueden llevar a una idea y comprensión de los marcos culturales y las ideologías imperantes en su momento, las cuales han seguido sin distar de manera considerable a través de los años.
Cuentos puertorriqueños de hoy, antología de René Marqués publicada en 1959, es comúnmente un marco de referencia hacia lo que él mismo llama “la nueva literatura” (generación, según su criterio de 1940). En su prólogo, expone el trasfondo político y social que distinguía la temática de la producción literaria en el desarrollo de la literatura puertorriqueña en el siglo XIX y principios del XX. Hacia ahí dirige su enfoque. Su marco referencial del cuento parte de El Gíbaro, de Manuel A. Alonso, quien comienza con sus relatos a desarrollar propiamente el cuento literario (de tema nacional, que es lo que desea enfocar) y su interés es “la observación del mundo circundante”, la cotidianidad puertorriqueña. “Realismo, costumbrismo, preocupación social y revalorización poética de lo puertorriqueño” comenta en su prólogo.
En ninguna de las principales antologías producidas hasta ese momento, incluyendo la de René Marqués, se expone el trabajo de mujeres; la cuentística de la mujer pasa desapercibida.[1] Como es obvio no quiere decir que éstas no estuviesen produciendo. Posiblemente se debe a que el enfoque de la antología no las incluye. La misma selección particular de unos cuentos ante otros y no sólo los autores escogidos en la antología son motivo de indagación. Es común que en dos antologías que se propongan recoger la obra de dos periodos que confluyan, la selección de cuentos varíe considerablemente o decida ser más amplia y delimitar de otra manera el periodo histórico al que circunscribe esa literatura que ha elegido.
Ése es el caso de la de Márques y la que realizara Concha Meléndez, El arte del cuento en Puerto Rico, publicado dos años después (1961). Esta última es más amplia en contenido y aún así sólo incluye a la cuentista Esther Feliciano, quien en temas recurre a lo folklórico, pero no incluye a Ana Roque, por ejemplo, quien recurría a presentar un personaje particular transgresivo a las normas aceptadas, como comenta Nancy Bird, referente a las conductas de la mujer y a sus temas a principios del siglo XX.
En su prólogo, Meléndez expresa que ésta no se trata de una antología “aunque muchos de los cuentos incluidos en él son antológicos, […] traté de dar una visión lo más completa posible del cuento puertorriqueño en sus diferentes niveles de expresión; algunos cuentos están en el libro porque ilustran un recurso, un ambiente, un personaje, un conflicto particular en la vida de los puertorriqueños”. Según su criterio, el cuento ha logrado una conciencia y lugar definido en Puerto Rico en la generación del 30, de 1895 a 1910 y la incluye junto a la generación del 40. La periodización no debe ser criterio único de la antología, pero denota valores culturales e ideológicos imperantes en los discursos oficiales y en lo que se ha recurrido a reconocer como literatura nacional. El contenido es visto únicamente bajo ésta perspectiva, lo que impide otro tipo de reflexiones y acercamientos.
*Esta es la primera parte de "Un abordaje a la antología de cuento contemporáneo en Puerto Rico". Manténgase pendiente a la publicación de la segunda parte, el próximo lunes, 19 de diciembre.
Notas:
[1] Algunos estudios a la narrativa de la mujer en Puerto Rico pueden consultarse a través de los textosDel silencio al estallido, (una antología revisada y argumentada por el Dr. Ramón Luis Acevedo que expone la tradición narrativa femenina con el “boom” de escritoras de la generación del 70) y Aquí cuentan las mujeres, una antología corta de María Solá (que se centra en el estudio y muestra de cinco narradoras puertorriqueñas).
Lista de escritoras por orden de imagen:
1. Zenobia Camprubí
2. María Teresa Babín
3. Concha Meléndez