Publiqué Ojos como de hombre, primera novela de la trilogía negra Profecías, un poco más de un año después del libro de cuentos Delirios de pasión y muerte. Ya para entonces, muy activo y visible en el Colectivo Homoerótica, estaba muy bien etiquetado como escritor gay y queer. Así que la pregunta obligatoria desde la misma noche del lanzamiento literario fue: ¿es Ojos como de hombre una novela gay? ¿Queer?
Me negué a contestar, no por majaderías de escritor egocéntrico, sino porque no lo sabía. Me parecía que era algo que debía dejar a los críticos y lectores. La pregunta, por supuesto, tenía apéndices y notas al calce en la forma de preocupaciones muy genuinas, de algunos, y de morbo literario, de los menos, ante el éxito de un colega. "La novela es buena, pero si quieres que la lea mucha gente y te la critiquen… ni menciones lo gay"; "lo queer tiene un mercado muy limitado", "el lector puertorriqueño no está preparado para eso"; "los gays no leen, gastan el dinero en beber". Ojos como de hombre recibió críticas queer y no-queer. Además, llegó a ser nombrado uno de los 10 mejores libros de ficción de 2011.
Sí sabía que había creado un nuevo detective dentro de la gran y vasta tradición que comenzó con Edgar Allan Poe y perfeccionó Sir Conan Doyle. Manuel Sánchez Osorio, agente investigador del Cuerpo de Investigaciones Criminales de la Policía de Puerto Rico, sería un clásico antihéroe con una extraordinaria capacidad para atajar la maldad humana, pero atormentado por su pasado, traumatizado, al borde de la psicosis, homosexual de doble clóset de llaves tiradas a lo profundo del mar y adicto a la pornografía. También sabía que la novela negra o detectivesca ofrece una excelente oportunidad para observar, explorar y analizar los problemas sociales, modernos y contemporáneos. No es la mera presentación de la violencia, para eso están los noticiarios; no la racionalización, para eso es la psicología, ni tan siquiera el análisis sociológico; más bien la exploración de los deseos humanos, de las pasiones, de lo que nos motiva, lo que nos aterra y lo que nos hace seguir adelante, tener esperanza, lo que nos hace entes morales.
Puerto Rico es escenario fértil para la novela detectivesca porque no nos gusta rascar más allá de la epidermis, nos hemos insensibilizado al picor, nos asustan los monstruos que salen de la oscuridad, pero no encendemos las luces. Quería a un detective autohomofóbico bregando en las calles de un país machista y misógino; lo quería traumatizado por un pasado cuya violencia no tiene nombre porque de ella no se habla; lo quería víctima del sistema explotador de lo sexual, consumista de la indiferencia, de la enajenación poscolonial en la que todos estamos sumidos en este 100 x 35. Si lo queer, por definición, explora y aborda los temas resultantes de una construcción social de sexo y género heterosexualista, Ojos como de hombre es, en teoría, una novela queer. Como tal, incomoda, no porque Sánchez o cualquier otro personaje se bese con otro hombre, o porque se exhiban penes erectos (que con la publicación de la antología gaybiqueer de Pinga[zos] descubrimos que incomodan mucho), sino porque desde el principio con la violación de una niña de 10 años hasta el final cuando el líder religioso y pedófilo entrega su espíritu, nos confronta con el país y las mujeres, hombres, niños que hemos construido.
¿Hace falta una perspectiva queer-maricona para explorar esos temas en la literatura nacional? Ciertamente no, pero ayuda. Ayuda porque solamente desde el margen, desde la observación clínica de esos dejados fuera de los círculos de poder se puede hablar sin miedos, sin toallazos. Es desde esa misma negación de posibilidad participativa, de palabra, que se puede lograr la evisceración de la heteronormalización, del patriarcado y paternalismo poscolonial.
En este preciso momento y lugar en que nos enfrascamos en discutir los síntomas (país en quiebra, cuánto debe ganar un senador, el tamaño de las tetas de Maripily o cómo es posible que no podamos resolver el asesinato de un niño en su propia cama [Sánchez sabe quién fue]), le toca a la literatura queer con todas las herramientas posibles, novela, cuento, poesía, biografía, ensayo, hacer la radiografía del poder y cómo nos hemos/han construido/enfermado. Es nuestra aportación a las futuras, si las habrá, generaciones.
Lista de imágenes:
1. Sherlock Holmes y Watson por Sydney Paget, 1893.
2. El detective Dupin, dibujado por Byam Shaw en 1909. Shaw ilustró el cuento Los crímenes de la calle Morgue.
3. Monsieur Poirot por Ceska Soda, 2009.