“Every time we liberate a woman, we liberate a man.”
?Margaret Mead
Cuando una adviene en consciencia de que la práctica del arte y la actividad económica han estado y siguen estando –en su gran mayoría- dominadas por los hombres; de que la historia del arte como construcción discursiva y como representación ha privilegiado la actividad de nuestros compañeros varones como grandes creadores por sobre el ejercicio creativo de muchas mujeres; de que el ejercicio creativo de muchas otras mujeres se categoriza y se coloca en la periferia del arte global limitando su poder de acción a la marginalidad; de que tanto la historia como la cultura responden a una tradición masculina que actúa de manera subrepticia desde el lenguaje; de que el género es una categoría semiótica que responde a una red de relaciones psico-sociales constituidas desde la diferenciación sexual[1]. Cuando te percatas de que este sistema de poder en el que te relacionas afecta directamente tus condiciones materiales y por lo tanto tus posibilidades de vivir y –sobre todo- de vivir para hacer arte, sólo entonces puedes entender en dónde realmente te encuentras y delinear así una estrategia clara de hacia dónde vas como mujer consciente y como artista.
El escribir y particularmente el escribir sobre arte, el investigar, el leer, el teorizar, el analizar la historia desde perspectivas de género, el hacer arte y el proceso mismo de creación, más que herramientas, los considero, desde mi experiencia particular y subjetiva, actividades políticas.
La apropiación de materiales u objetos, el trabajar la forma, el conceptualizar son actividades subversivas a través de las cuales me permito hacer un reclamo, un acto de confrontación con el sistema cultural y un acto de resistencia.
Hacer arte es retar las representaciones conocidas, esa manera como nos han enseñado, desde hace mucho tiempo, a mirarnos a nosotras mismas y a mirar las cosas. Es retar la propia imagen del yo que ha sido construida desde un sistema cultural masculino por tradición.
Yo no hago arte, ni pretendo hacer arte para decir algo. Mi proceso creativo va dirigido a cuestionar al que mira, a confrontar al espectador con sus propias definiciones, con sus prejuicios, con su sistema de valores, de creencias y de ideas. Es a partir del espectador y de su particular experiencia que nace la posibilidad de comenzar a idear un orden simbólico más justo.
Mi proceso creativo, como el de muchas mujeres artistas, va dirigido a retar las formas tradicionales y las maneras de mirar, de organizarse, de actuar y de pensar. Romper, quebrar, quemar, estropearse, destrozar, interrumpir para crear, desarmar para construir algo nuevo. En fin, confrontar a través de la forma y crear nuevas representaciones para desafiar esas estructuras mentales que nos aprisionan. Hacer arte es enfrentarse al orden simbólico que prevalece por tradición, por costumbre y que nos rige la vida desde la manera como se ordenan nuestros pensamientos y acciones.
Sin título (Marrón y almohada, detalle) de la serie “Las mil y una noches”, Raquel Torres-Arzola, 2012
Hablar y saber hablar, saber utilizar el lenguaje, que es siempre el lenguaje del otro, para subvertir el orden y las relaciones de poder, es para todas las mujeres una herramienta fundamental. Pero hacer arte es reclamar un lenguaje que para muchas nos ha sido inaccesible por tradición para subvertir su estructura, su lógica y su semiótica, a nuestro favor y a favor de todos.
En mi experiencia como artista reclamo ese lenguaje con la intención de aportar a la agenda de las mujeres. Mi intención es retar al espectador o a las espectadoras y confrontarles consigo mismos porque es partir de un reconocimiento de sí, de su propio cuestionamiento y del entendimiento que puede haber a partir de esa experiencia que nace la posibilidad de hacer visibles las estructuras de poder que imperan en la cultura y que heredamos a través del lenguaje.
“Raquel es mi nombre” de la serie Raquel-Rajel, Raquel Torres-Arzola, 2012
El arte, a través de la forma, no puede ser un fin en sí mismo. El objeto de arte no es la culminación de un proceso, sino el inicio de un proceso mayor. Es un medio para llegar al espectador y provocar una ruptura con aquellos acuerdos que hemos heredado, que distribuyen el poder, que rigen nuestras relaciones y que no hemos aprendido a cuestionar.
Esta firmeza que pueden palpar aquí hoy no se ha dado a la ligera. Es el resultado de un proceso arduo e intenso de auto-cuestionamiento y de liberación personal que aún no culmina y que posiblemente no culminará nunca. Darme a mí misma el permiso para utilizar mi cuerpo como un medio más ha requerido exigir de mí un desgajamiento, permitirme romper con aquellos convencionalismos que me definen dentro del contexto social en el que vivo. Usar mi cuerpo para hacer arte, más que entablar un diálogo con la historia del arte y, particularmente, con la historia latinoamericana, es entablar un diálogo con migo misma para luego pasar a denunciar de manera metafórica quién soy y poder -a partir de ello- hacer visible las luchas entre este cuerpo natural y la construcción social que sobre él se impone.
Las mujeres somos todavía y hemos sido definidas, construidas como objetos culturales. Hemos sido durante muchos años y aún somos nombradas y moldeadas a partir del otro, desde el lenguaje. Cito a Mara Negrón y en su memoria repito que “Uno nunca está fuera del género porque uno nunca está fuera del lenguaje. Y cada vez que yo digo que soy mujer, lo digo en una lengua. […] ‘Ser mujer’ tiene una infinidad de significados, y es vertiginosa y potencialmente polivalente.”
Ser mujer y ser artista lo es mucho más en la medida en que el adjetivo “artista” trae consigo su propio bagaje.
Inmersa en este proceso dialéctico donde las mujeres reclaman mayor participación en el sistema de poder y la cultura masculina se las agencia para neutralizar esa posibilidad, como mujer y como artista me he propuesto no dar tregua en esta agenda, resistir desde la acción de hacer arte, no cesar en el reclamo, reconstruirme como una voz activa y asumir la ofensiva. Mas allá de mi labor consciente como madre y como mujer, es en la disciplina y el compromiso donde se desarrolla la táctica. Pero es el mantenerme activa en el ejercicio de la creación artística, como un reclamo para el futuro, desde donde se desarrolla la estrategia.
Detalle de la instalación “Las mil y una noches”, Raquel Torres-Arzola, 2012
Notas:
[1] Véase: Norma Broude and Mary D. Garrard (2005). Reclaiming Female Agency: Feminist Art History After Postmodernism. London: University of California Press.
* Pequeña conferencia-colaboración para el Conversatorio con mujeres artistas en conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico, el 6 de marzo de 2013.