Que a la palabra posmoderno le preceda el prefijo ‘pos’, no quiere decir que designe un cambio, ni siquiera un cambio propiamente de épocas. Sin embargo, ambas posibilidades, entender lo que es diferente hoy con respecto al ayer y plantearnos la posibilidad de un cambio de épocas, se hacen factibles.
Es a la universalidad y a la metafísica, a los límites del pensamiento y la acción moderna, que el posmodernismo ha dirigido su acción crítica. Es por eso que la coyuntura posmoderna debe ser definida como la reevaluación de los límites que la modernidad estableció como suyos. De otra forma, el posmodernismo no es más que un discurso que no puede establecer distancia crítica con el contexto de donde surge. Es decir, al no poder reevaluar los límites del presente, el posmodernismo no hubiera sido más que parte de la carga ideológica del capitalismo tardío.
Por el acceso y crítica a la metafísica de la modernidad es que han surgido los mayores mal entendidos con respecto al posmodernismo. Desmenuzar este concepto para aislar una coyuntura histórica que pueda atribuírsele hace necesaria la salvedad de que no trato de legislar ni predecir el futuro desde el prisma de un concepto histórico y filosófico. Después de todo, el prefijo ‘pos’ parece establecer los parámetros de un futuro posterior a la modernidad. El inicio, si se me permite el uso de la temporalidad, de la coyuntura posmoderna está en la crítica del ente positivo que presentó la modernidad para articular una ciencia, una literatura, una cultura y un pensamiento propio.
Si existe una sola institución que ha sido observada críticamente en nuestros tiempos es la figura institucional de la razón. Lejos de eliminar la posibilidad de pensar, el posmodernismo es una forma de entender cómo la razón se ha pensado a sí misma cuando toma posiciones en un campo social. Por eso, son la Ilustración y la figura de Kant, así como son los procesos históricos de la Revolución Francesa y la de los Estados Unidos, las que están en juego con la crítica posmoderna. La idea es aprender de los años en que se implementó la voluntad de la Ilustración y el espíritu de la Revolución de los Estados Unidos como procesos históricos. Es ante esas experiencias que el posmodernismo ha traído atención y distancia crítica a la modernidad.
Es cierto que ni Foucault, Derrida, Kristeva, Barthes o Lacan hablaron de posmodernidad. Es que bajo el denominador posmoderno también discurre un fenómeno cultural que no fue atendido por ninguno de ellos, aunque contemporáneamente pudiera erosionar los planteamientos fundacionales de todos ellos. Para revisar ese proceso cultural, necesitamos adentrarnos en el trabajo de Lyotard y el de Jameson.
Aunque no definitivo, parte del asunto del posmodernismo ha estado cifrado bajo los designios de la simulación y el simulacro. En otras palabras, en el aislamiento de una lógica cultural que surge de la masificación de la cultura y que carece de un referente en la realidad. Si la simulación y el simulacro han sido teorizadas por Baudrillard como la caída de la realidad, no es porque no existan alternativas a ella o que la simulación y el simulacro sean el estallido final del nihilismo en la posmodernidad.
La discusión posmoderna en los Estados Unidos, gracias al trabajo de Fredric Jameson, ha tenido que ver con la periodización del tiempo y espacio del capitalismo y su cultura. En Francia, por el de Lyotard, su vínculo ha sido con el acceso a la metafísica de la modernidad. Aunque entre Lyotard y Jameson existe una semejanza –ambos hacen referencia a un cierto tipo de fenómeno– su análisis es eminentemente distinto. Uno periodiza al capitalismo y en su última fase lo describe como tardío y posmoderno, mientras que el otro, además de diagnosticar, propone un análisis de la metafísica de la modernidad que, como síntoma, se cataloga posmoderno.
Con el trabajo de Jameson, podemos distinguir el hecho, que ciertamente no excluye la simulación y el simulacro, de que la realidad en el posmodernismo cambia en forma y contenido. Es por eso que el concepto posmodernismo es útil: nos sirve para entender un espacio cultural distinto a la modernidad. El hecho de que éste también hable de una lógica analítica no debe desmerecer sus contribuciones. Todo lo que dice es que existe una forma distinta de saber y plantear la acción que no puede vislumbrarse con la modernidad. Es este análisis el que debe definir la coyuntura posmoderna.
La crítica al sujeto universal ha sido entendida como un ataque voraz a los principios progresistas de la modernidad. Reevaluar la metafísica de la modernidad, sin embargo, no es más que proveer lenguajes sobre el lenguaje para expandir y cambiar las agendas de aquello que existió como metafísico en el andamiaje moderno y que hoy resulta problemático. Eso es mucho más y mucho menos que adjudicarle al postmodernismo solamente una lógica cultural que, incluso, en el trabajo de Jameson y Lyotard entra a considerarse como lo que el pensamiento piensa de su propia motivación y del contexto que lo hace posible.
El posmodernismo es, entonces, ese momento coyuntural en donde la institución del hombre, el sujeto universal, es criticado por su universalidad y por su carácter metafísico. Así, expande y cambia nuestra manera de pensar y de saber porque trastoca lo que se puede saber de los principios institucionales del sujeto de la modernidad, principios que organizaron y organizan los sistemas políticos que conocemos como modernos. Hoy, ese importe revolucionario, y me refiero no sólo a las revoluciones proletarias, sino a la francesa y la norteamericana, está bajo reevaluación en momentos en que existe una posibilidad ulterior a la metafísica y la universalidad que planteó la modernidad.
Mucho queda por hacerse como parte del debate posmoderno entre lo que está un nuevo modelo de acción para el pensamiento y el arte, una nueva ética y un proyecto pedagógico. Lo que sí es cierto, es que esos proyectos deben verse bajo una diferencia que se vislumbra bajo la denominación de lo posmoderno como análisis y como lógica cultural. Es esa diferencia la que imprime novedad a una posibilidad que estaba consumida con el desgaste de la modernidad y sus proyectos. Ya hoy no es suficiente plantear la universalidad ni la metafísica aunque la posición desde donde se problematizan haga necesario que el pensamiento y la acción se replanteen sus posibilidades, sus prioridades y sus marcos de referencia.
La diferencia que existe entre un diagnóstico cultural y un síntoma analítico es la determinación coyuntural posmoderna. El asunto, así, no es que no exista la verdad, es, por el contrario, entenderse con su forma de existencia: una metafísica y una universalidad que ha matizado las experiencias de la humanidad durante el Siglo XIV hasta el XX y que hoy están bajo el crisol crítico de lo posmoderno. No entender la expansión del pensamiento que bajo el posmodernismo se vive es no querer ver que existe una condición de la cultura que es posmoderna, pero, a su vez, existe una manera de obtener distancia crítica de ésta. Esa diferencia es el importe coyuntural del posmodernismo a principios del Siglo XXI.
Lista de imágenes:
1. Kate Elisabeth Rolison, "Post Post Post Post Post Post Modernism", 2011.
2. Luis Buñuel (director), Un chien andalou, 1929.
3. David Cronenberg (director), Videodrome, 1983.
4. Fábrica abandonada en Detroit, Michigan (Foto tomada por Angela Anderson-Cobb).
5. Barbara Kruger, "You Are Not Yourself", 1981.