Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros,
sino a los que amamos.
—Carlos Fuentes
A tu fatal encuentro a la orilla de la carretera… ya no te quedan 7.
—Anónimo
Las esquelas
Durante siglos y hasta inicios del siglo XVIII, si existió una manifestación de poder contundente fue la muerte. Era esta no solo un elemento diario presente en el colectivo, sino que a su vez definía el ejercicio de poder del Rey Soberano. No fue hasta la evolución propia de la sociedad al estado moderno, y con esto el surgimiento de la biopolítica como esquema de administración del ciudadano, que la muerte pierde su reconocimiento como público y pasa a ser un asunto privado. Aun así, permean en nuestro ordenamiento social los ritos funerarios y entre estos, como un evento de creación de "memoria" y acto publicitario, las esquelas.
Una esquela avisa de la muerte de una persona, al publicar en un periódico los datos del funeral, así como una pequeña bitácora que resume lo que se pretende resaltar de quien ahora ha dejado de estar entre los vivos. Según Bernardino M. Hernando (2001):
La primera particularidad de las esquelas es que pertenecen al ámbito de la publicidad: la denominación de las esquelas como título de sección que suele presidir las páginas a ellas dedicadas no engañan a nadie. Podrían ir colocadas, sin más, como prolongación de los anuncios por palabras. Como anuncios hay que pagarlas y como anuncios funcionan. (p. 223)
No es suficiente nuestro anhelo de llevar de lo privado a lo público a nuestros muertos. Así como los anuncios publicitarios tienen un costo, las esquelas tienen el suyo. No podemos perder de perspectiva que —más allá de la notificación formal del deceso de una persona, acompañado de la información correspondiente para que quien le conociera se presente a las exequias fúnebres—las esquelas cargan consigo la "memoria" que pretende colectivizar quien le sobrevive, como parte del acto publicitario. Es así como el proceso de redacción, el lenguaje utilizado, la simbología y los elementos despuntados, le brindan al lector un panorama más específico de quien acaba de fallecer. Es decir, publicar una esquela es por tanto un asunto que atañe desde la Antropología Lingüística, hasta la relación que tenemos con la muerte, enmarcada en un paradigma biopolítico. Es dentro de este arquetipo que impone la censura a la muerte y la posiciona como un tabú, lo que obliga hablar de ella desde la vida. Por ejemplo, ¿se podría establecer que se empieza a morir desde el momento en que se nace? ¿Es posible hablar del nacimiento de la muerte?
Esta manifestación enmarañada de vida-muerte, desde la perspectiva biopolítica, nos lleva a confrontar "la muerte como un elemento sociopolítico más complejo y problemático" (Quintanas, 2010). A estos fines, Foucault (1989) nos presenta toda una disertación referente al cómo esta relación binomial se ha desarrollado. En primera instancia, a través de la figura del Rey Soberano y su ejercicio del poder, por medio del discurso de la muerte como método de control público. En segunda instancia, con la aparición del estado moderno, por medio de un discurso diametralmente diferente: la funcionalidad del estado como garante y protector de la vida. Como tesis del discurso de garantía de preservación y protección, Foucault (1989) establece que:
Podría decirse que el viejo derecho de hacer morir o dejar vivir fue remplazado por el poder de hacer vivir o de rechazar hacia la muerte. Quizá se explique así esa descalificación de la muerte señalada por la reciente caída en desuso de los rituales que la acompañaban. El cuidado puesto en esquivar la muerte está ligado menos a una nueva angustia que la tornaría insoportable para nuestras sociedades, que al hecho de que los procedimientos de poder no han dejado de apartarse de ella. En el paso de un mundo a otro, la muerte era el relevo de una soberanía terrestre por otra, singularmente más poderosa; el fasto que la rodeaba era signo del carácter político de la ceremonia. Ahora es en la vida y a lo largo de su desarrollo donde el poder establece su fuerza; la muerte es su límite, el momento que no puede apresar; se torna el punto más secreto de la existencia, el más "privado". (p. 83)
Este ejercicio de poder en la calculada administración de la vida de los ciudadanos, Foucault (1989) lo denominará biopolítica. De esta forma, la vida sustituye a la muerte en el pleno ejercicio del saber y a su vez en el objetivo primario del poder. Dejando así el diálogo entorno a la muerte e iniciando una nueva faceta enfocada en lo vivo. La vida pasa a jugar el rol protagónico. Según Quintanas (2010), si antes la muerte era un elemento público y pieza condicional del ejercicio pleno del poder del soberano, ahora con el “biopoder” la muerte se encierra a la mirada pública:
Si, en cambio, durante el Antiguo Régimen, la muerte había sido siempre un hecho público, perfectamente visible, que implicaba a la comunidad, y que se acompañaba de todo un ceremonial, era porque entonces la muerte no representaba el final del poder, sino tan sólo el tránsito de un poder a otro. Es decir, la muerte era percibida como un relevo en la posesión del poder, que pasaba del soberano terrenal al soberano celestial…
Pero, aun cuando la muerte ya no es parte protagónica del discurso político, continúa entre nosotros como un acto colectivo y simbólico de quien termina un ciclo. Son estos ritos los que permiten que aún tengamos un acercamiento público con la misma. Si partimos del supuesto de que la "memoria" puede fungir como un evento publicitario, en el esquema de lo participativo, las esquelas se presentan como elemento unificador de quien rinde publicidad a la muerte desde dicha manifestación. Cuando hablo de la "memoria", me refiero a ese “relato en tiempo pasado de algún evento”. Es el proceso selectivo de quien pretende recordar un suceso y con esto construir una narración respecto a lo que fue. Construir la "memoria" es, por tanto, un quehacer subjetivo y selectivo que dependerá de quién lo reconstruye. Podríamos decir, como bien reseña Ricoeur (Morales Zamora, 2010):
La memoria personal posee tres características fundamentales: en primer lugar es singular, nadie puede tener los recuerdos de otro; seguidamente, la memoria es el presente del pasado, es decir, recordar es traer al presente algo que está ausente; y por último, gracias a la memoria es que el pasado y el futuro se relacionan.
Es bajo esta premisa de relación taxativa entre pasado-presente que se presentan las esquelas como una acción subjetiva que busca construir una "memoria". Ante tal encomienda resulta interesante cómo se despliega, en pocas líneas, el reconocimiento de existencia del otro. Como bien señala el filósofo italiano Agamben (2011), todos queremos ser reconocidos, en tanto:
El deseo de ser reconocido por los otros es inseparable del ser humano. Es más, este reconocimiento le es tan esencial que, según Hegel, cada uno está dispuesto a poner en juego su propia vida para conseguirlo. No se trata, en efecto, sencillamente de satisfacción o de amor propio, más bien es sólo a través del reconocimiento de los otros que el hombre puede constituirse como persona.
Por esta razón podemos establecer que en las esquelas se presenta la oportunidad de levantar el veto privado impuesto a la muerte; en tanto conectamos el pasado [lo muerto] con el presente [lo vivo] por medio de lo memorativo.
En una revisión a las esquelas publicadas en diversos periódicos locales, resaltan algunas que demuestran ese ejercicio de reconocimiento y publicidad mencionado antes. Una que llamó mi atención, por ejemplo, fue la que hiciera la compañía Emilio Bacardí Group ante la muerte de Doña Josefina González viuda de Bacardí. En la esquela, que ocupaba media página y venía acompañada por el logo de la compañía, se publican tres elementos: el desasosiego, la construcción de la memoria de su carácter y un pedido particular como parte del rito:
Hoy celebramos tu vida. Pensamos que eras de alguna forma inmortal, que siempre estarías con nosotros… Nos dejas un legado de cumplimiento del deber, cumplir una misión, contribuir al bienestar de los demás… Agradecemos que en vez de enviar flores, hagan un donativo al Hogar Niñito Jesús o al Oratorio Bosco, organizaciones comunitarias muy queridas por Josefina.
Por medio de esta esquela queda desplegada la publicidad, no solo de la muerte, sino, a su vez, de una compañía. Una semana después, la Familia Bacardí González publicaba una esquela de igual tamaño con el propósito de agradecer el apoyo y demostraciones de consuelo; así como las donaciones realizadas a las fundaciones indicadas. Antes de invitar a “celebrar la vida de nuestra madre con una misa”, agradecen de igual forma a la "Funeraria X" y a todo su equipo de empleados.
Por otra parte, esquelas que resultan interesantes son aquellas en las que son los amigos quienes construyen la "memoria" de quien muere. Las esquelas permiten construir el carácter del fenecido y su apreciación en sociedad. Por ejemplo, los amigos de una abogada publicaron una esquela con la que nos dirigen al carácter jovial, desenfadado e intelectual de su compañera. La "memoria" que decidieron reconstruir para dar publicidad a la licenciada, viene cargada de solidaridad:
Es con profundo dolor que despedimos a nuestra querida hermana de la vida, Sylvia, amiga solidaria y generosa. A todos nos enseñó las formas hermosas, valientes y solidarias en las que se debe vivir y honrar la amistad. Sylvia vivió una vida plena, enfrentando y superando obstáculos con su brillante inteligencia, su inmenso sentido del deber, su pasión por el baile y la vida buena, y su empeño en vivir intensamente…
Si se establece como tesis que esa licencia de publicidad que se le da a la muerte es válida siempre que pueda conectar con el presente y, por consiguiente, con lo viviente, el acercamiento lingüístico que se hace del tipo de esquela más habitual nos llevaría a un concepto en común: la exaltación. Este fenómeno puede responder a esa pretensión de garantizar que la "memoria" construida permanezca entre nosotros.
Por último, resta despuntar que cada esquela en sí misma es una construcción de innumerables interpretaciones que devienen de ese ejercicio continuo a través de la "memoria". Como parte del proceso reflexivo, la muerte, desde el mutismo que representa en una sociedad biopolítica, encuentra su oportuna validación en lo público por medio de los ritos. Se debe analizar el contenido lingüístico de las esquelas desde esa insistencia de preservar nuestra idea de lo que debe el colectivo saber sobre quien ya no está. Propongo visualizar las esquelas como ese pequeño recuadro desde el que rendimos tributo y resguardamos nuestros muertos del olvido. Mientras publicamos nuestra "memoria", colectivizamos nuestro dolor; nuestro duelo sale del espacio privado. Nadie quiere ser olvidado; en tanto, nuestra propia existencia se da en la medida en que el otro la reconoce. Lo imperioso, ante este paradigma, es recordar que en ocasiones es en el otro, donde recae la responsabilidad de decidir qué se salva del silencio privado que deja nuestra muerte.
Lista de referencias:
Foucault, M. (1989). Derecho de muerte y poder sobre la vida. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. Madrid: Siglo XXI.
Agamben, G. (2011). Desnudez. Barcelona: Editorial Anagrama S. A.
Hernando, B. (enero, 2011). La muerte mensajera - Las esquelas de defunción como elemento informativo. Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 7, 221-239.
Morales Zamora, K. (2010). La memoria como relato y representación de la escisión de la infancia frente al universo adulto. Un acercamiento a la poesía de Yolanda Pantin. Atenea, 502.
Quintanas, A. (2010). El Tabú de la muerte y la biopolítica según Foucault.Revista Internacional de Filosofía, 51.
Lista de imágenes:
1. Last Portraits (1999), Stephen Sollins.
2. Untitled "Jeff" (2004), serie Obituaries, Adam McEwen.
3. Untitled Malcolm McLaren Obit (2008), serie Obituaries, Adam McEwen.
4. Untitled "Macaulay" (2004), serie Obituaries, Adam McEwen.