Para un contenido revolucionario son necesarias formas revolucionaras. Desde esta afirmación nos preguntamos, qué es hallar una forma revolucionaria, porque con respecto al contenido, estamos más o menos encaminados.
¿Hay una forma mejor que la otra? No, porque a cada documental, en función de los objetivos de tema y discurso le corresponde su estética particular. Pero para llegar a encontrarla tendremos que indagar, reprocesar, estudiar, investigar, crear y recrear, de la misma manera que lo haríamos con las informaciones y las tesis de nuestro discurso.
En muchos casos se discrimina al documental pues se lo observa como un cadáver del periodismo. Muchísimas son las escuelas que revirtieron y refutaron esta falsa hipótesis, pero a su vez el lenguaje televisivo fue invadiendo de tal modo el contexto cultural de la nueva generación de cineastas que muchos terminan con sus obras revalidando esta tesis. Es un serio problema el creer que contar con un fuerte contenido justifica que este valga por sí mismo y el lenguaje cinematográfico no importe o solamente sirva para avanzar de página en página hasta el final. Se subestima a un espectador que cuenta actualmente con una gran cultura audiovisual, y sensorialmente asimila sobre todo desde esta lógica contemporánea y no desde el discurso textual u oral.
La redundancia de recursos facilistas como abuso de entrevistas, de protagonistas como guías periodísticas, de una voz en off que modera manipulante, atentan contra la búsqueda del lenguaje propio de un documentalista como artista. En la historia se recurría a estos recursos por limitaciones técnicas, que hoy ya no son un conflicto. Solo se ven justificadas en pocas excepciones; en la mayoría opera el apresuramiento o la subestimación por ignorancia, a las posibilidades del lenguaje audiovisual.
Para esto nos vamos a detener precisamente en Santiago Álvarez, el director del noticiero revolucionario Cubano ICAIC, quien a pesar de tener la misión de realizar periodismo con el cine, revolucionó las formas cinematográficas del documental.
Santiago, produjo una obra de alto impacto político y social, que a su vez lo fue desde su tratamiento estético y narrativo. Buscando precisamente formas revolucionarias para un contenido revolucionario. Arte y política conjugados, sin obnubilarse por uno para justificar el asesinato del otro.
Así decía:
“La eficacia artística y política de una obra cinematográfica reside fundamentalmente en la clara posición ideológica con que ha sido realizada, porque en definitiva la forma se hace hermosa cuando se basamenta en un contenido hermoso y no se es artista revolucionario si se produce un divorcio entre contenido y forma”.
La Universalidad
Santiago Álvarez tenía como objetivo que su cine sea masivo, para difundir los preceptos de la revolución. Ante esto rompió con sumos prejuicios conservadores y convencionalistas del documental político latinoamericano. Y comenzó a experimentar con todos los recursos de la técnica y la cinematografía para alcanzar un lenguaje universal, desde el nucleamiento activo de lo emotivo, conceptual e informativo. Anudando la máxima expresión poética del cine, al discurso mas revolucionario en lo político. Permitiendo que cualquier persona en cualquier lugar del mundo pudiera asimilar los objetivos comunicacionales del film. Por ejemplo Hanoi Martes 13 es muda. Pues Álvarez precisaba que se entendiera en Cuba y Vietnam. La narración está dada por el montaje ideológico–poético y la construcción de discurso es puramente cinematográfica.
El eje es que un cine militante se proponga la masividad como objetivo precisamente para superar las barreras de los convencidos, poder abrir las conciencias de aquellos que reciben un discurso hegemónico opuesto durante las 24 horas y no solamente albergar la aprobación de su pequeño grupo de partidarios.
Para esto es preciso desarrollar en profundidad los recursos audiovisuales. Si el film se ampara en lo discursivo vertical, el espectador levanta con razón su barrera, reconoce una propaganda. En este conflicto, la forma cinematográfica es la que agrieta los paradigmas. Es la que dispara otra percepción. Y va en busca de hallar esa universalidad.
En algunos casos, los discursos se transforman en herméticos para el espectador, para esto la complejidad de un análisis puede tener mejor eficacia receptiva incorporándose dosificadamente en el marco de valores universales con los que el público se identifique desde los personajes. Sin que el film reduzca sus objetivos, por el contrario, los potencie.
En la escritura la palabra es la unidad, en el cine la imagen. Aparece en muchos casos una confusión ambigua en los films políticos sobre esto; en donde el rol de la imagen se reduce solamente a ilustrar o legitimizar un texto escrito.
El audio hablado, tanto entrevista como locutor en off para desarrollar una información, un concepto o una emoción provoca menor receptividad, impacto y recordación en el espectador, que el poder de una imagen o su montaje ideológico.
En esta exploración, un discurso político por ética debe evitar el engaño, ser por sobre todo sumamente honesto, es decir, que no responda a un interés corporativo. El espectador es inteligente y no desea sentirse utilizado. Por otra parte, evitar su pasividad, y esto significa proponerle un rol interactivo en donde descubra elementos, asociaciones y encuentre por si solo sus propias conclusiones.
La búsqueda de la universalidad de Álvarez está dada para propagar una idea, una denuncia, y abrir conciencias en todos los confines posibles del mundo. En cambio el cine industrial, también busca lo mismo, pero con fines comerciales, aunque también propaga una ideología, la hegemónica, la del sistema dominante.
Así lo expresaba Santiago Álvarez :
“pretendo hacer un cine que llegue a las masas, que tenga un objetivo revolucionario , que sea comunicativo, que no se quede en una elite, que no sea para un grupito, pues como el cine es un arte de masas, pues que llegue a las masas y no se quede en determinada parte de la ciudadanía. Sería mi mayor satisfacción y es que lo trato de hacer, que lo que hago lo entienda la mayor parte del pueblo, no solamente en Cuba, sino cualquier pueblo del mundo, que lo puedan entender hasta en Groenlandia. Un cine Revolucionario debe ante todo tener comunicabilidad, sino, no es revolucionario…”
La conformidad es nuestro peor enemigo
Estos ejemplos nos ayudan a considerar que es tan importante trabajar profundamente en el tratamiento estético y narrativo del film como en la investigación histórica o periodística de su contenido. En principio, buscar superar la primer mirada al tema, es decir, generar discusiones complejas para sobrepasar lo ya conocido y evitar redundancias mediocres. Prestar suma atención a la estructura narrativa significa modular un creciente interés del espectador para atraparlo en nuestro universo, manejar cautelosamente los tiempos, dosificar la información, asentarla como punto básico, pero ir hacia adelante en nuevas capas conceptuales; ir innovando en las estrategias discursivas a medida que el relato avanza, tensionar gradualmente en el espectador sus emociones y pensamientos, así también dejarlo disfrutar del humor y la naturalidad, tal es el ser humano en sus complejas dimensiones.
Como innovar en las estrategias discursivas significa ir reprocesando el material con que contamos para hallar creativamente nuevos horizontes. Es muy necesario despegarse de la coyuntura audiovisual que nos rodea e investigar en antiguas escuelas del documental que, no por casualidad, su obra, no nos llegan como debería. Y desde estos cimientos aprovechar y exprimir las nuevas tecnologías creando una unidad entre estas y el reflujo constante de ideas.
La peor que puede suceder es el conformismo, es decir, el sentir de que una obra esta acabada cuando vemos que básicamente la narración cierra. NO estamos ceñidos a nada, el documental es un género que nos permite experimentar de mil formas, no hay un guion técnico preestablecido a cumplir, la isla de montaje es la tela de un pintor. En donde lo que más vale son nuestras ideas y broncas en permanente evolución, y nuestra búsqueda de recursos que las disparen hacia la convulsión. En función de nuestro anhelo de que el tema llegue de la forma más potenciada al público para provocarlo, sacudirlo de la comodidad, provocar su discusión y su emoción, para que no salga de la sala o de la visualización como si no hubiera visto ningún film.
Es necesario destruir para crear. Destruir el miedo de exponernos en carne y alma al que dirán, no importa lo que descubramos, pensemos o filmemos/editemos. Por algo lo estamos descubriendo, pensando o filmando/editando. Es nuestra responsabilidad histórica como artistas y analistas del entorno. La peor censura es la autocensura. A esta apela una política psicológica del temor, que a modo de extorsión, es una de las principales armas del modelo económico actual.
Por tanto, también es ineludible destruir los cánones artísticos e ideológicos conservadores que nos ofrece como narcótico el sistema, el cual en apariencia de cobijarnos en premios y abrazos monetarios, está conspirando para que nada cambie. Este conservadurismo fue siempre sinónimo de burocracia, capitalista o comunista; doctrina o modelo.
No hay excusas, los que decidimos somos siempre nosotros.
Es imperioso romper con otro condicionante, el individualismo. Crear grupos de estudio junto a otros cineastas, grupos libres, sin condicionantes teóricos, partidarios o corporativos. En donde discutir de modo teórico práctico sobre forma y contenido, superando desde la formación horizontal, quiméricos preconceptos en la producción, distribución y creación; yendo hacia el encuentro de nuevos modos cada vez mas efectivos o superadores. No se trata solo de producir individualmente, sino de socializar nuestra experiencia artístico-productiva y construir en conjunto.
Los procesos son paralelos, diferentes grupos de estudio o focos existen o existirán en otros países o en la calle continua. Cuando estos se junten, se definirá un nuevo movimiento.
¿Observar morir?
Santiago Alvarez sostenía:
"Un hombre o un niño que se muera de hambre o de enfermedad en nuestros días no puede ser espectáculo que nos haga esperar a que mañana o pasado mañana, el hambre y la enfermedad desaparezcan por gravitación. En este caso inercia es complicidad: conformismo es incidencia con el crimen”.
Si todos los documentalistas pensaran de este modo el sistema estaría seriamente en riesgo, por lo que no es casual que predomine impulsado desde los países centrales una tendencia del documental meramente contemplativo, en busca de una falsa objetividad. En donde el documentalista no puede tomar posición, en donde solamente su labor se debe reducir a observar. ¿Observar morir? Este tipo de documentalistas se ponen el traje de un cinismo atroz. Pero que es lo que los motiva? La premiación. Pues desde la industria del documental se buscan este tipo de films, ya que da la apariencia de que se habla de algo, de que hay libertad y compromiso, pero por el otro lado hay una inacción cómplice. Hay por supuesto una discriminación hacia los films de cuestionamiento directo en lo político, social y económico; que atenten contra el status quo. Si la llaga aparece, se esconde. De este modo el espectador mundial cree estar informado, pero las hipótesis profundas quedan en el subsuelo.
Lista de imágenes:
1. Foto de Santiago Álvarez del XIII Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in memoriam.
2. Afiche de El nuevo tango, documental de Santiago Álvarez, 1973.
3. Santiago Álvarez junto a Lázara Herrera.
4. Afiche de Now!, documental de Santiago Álvarez, 1965.
5. Foto del Segundo Encuentro “El mundo de Santiago Álvarez, Now”.
6. Afiche de Benny Moré: Hoy como ayer, documental de Santiago Álvarez.
7. Santiago Álvarez en Mar del Plata.
8. Afiche de Ciclón, documental de Santiago Álvarez, 1963.