Déjenme contarles sobre la base extraterrestre secreta que se encuentra justo frente a la playa de Lares. Es una conspiración de la más alta envergadura. Son todos gay, esos extraterrestres. Gay y socialistas, así que atentan contra la santidad del matrimonio. ¡A marchar por la familia!
Compatriota que lee otra cosa que no sea la Biblia, y que por ende lo hace pertenecer a una minoría de la población local, ¿está de humor para participar en un breve experimento social? ¡Vamos! Abra su cuenta de Twitter , si usted tiene, y lea lo primero que encuentre con un sacrosanto “hash tag” al lado. Busque bajo “Monsanto”, “Boston”, “9/11”, ChávezCIA”, et al. Recorra su página de Facebook y escarbe entre tanto diosgasmo, oración por la paz y la familia, (o sea anti-gay, pero no se discrimina aunque sí pero no), rabietas partidistas, moralismos hipsters y sueños proféticos.
Si realmente es valiente y cuenta con un envidiable grado de paciencia, y no padece de arranques de cólera producidos por un bombardeo inagotable de infantilismo cibernético, sumérjase en la ciénaga que resguardan los comentarios dejados por el inagotable número de doctos y próceres que pululan por todo portal cibernético de cualquier periódico de la isla.
Vamos, tome el reto. Sin miedo. Yo espero.
Ah, gracias. Ahora bien, si no ha apuñalado el monitor de su computadora con un puño cerrado mientras grita maldiciones que harían a Cthulhu sonrojarse, le felicito. Usted ha aprendido el buen arte de vivir en la bobernidad.
By the way, nos están controlando con micro-chips escondidos en la carne, y por eso hay que dejar de comerla del todo. Me lo dijo un vegetal. Pásalo.
“Pero, querido, bello, brillante y sexy Miguel, ¿qué es la bobernidad?” Excelente pregunta mi querido lector. Supongo que para explicarlo, hay que comenzar con no explicarlo mediante su explicación explicativa, de esos disparates divagados por pichones académicos. La bobernidad es el Alfa y el Omega del Caos. El Aleph de la ignorancia colectiva. Es algo que se experimenta, no se define per se. Es un estado de existencia más allá de lo evidente, de lo reconocible como lógico o coherente. Es lo que hubiese imaginado Nietzsche luego de una noche salvaje de peyote, sólo que expresado en castellano mal hablao’. En inglés no, porque nadie sabe inglés, y vamos a pedirla. Ai lob iu.
La bobernidad no es nada más ni nada menos que nuestro adorado tormento de accidente geográfico. Nuestro Puerto Rico, mis amores, es ese eje f(o/e)cal de disparates disfrazados de Verdades Absolutas™, Y como en este país todos creemos en alguna clase de dogma, desde lo más cristiano y de derecha a lo más izquierdosos de derecha, pues todos estamos tirándonos constantemente con nuestras absolutas verdades, sin áreas grises ni espacio para negociación. Y como en los mapas de la antigüedad, en esos mares hay dragones.
Tales dragones son el moralismo y el fundamentalismo, y muchas veces estas dos criaturas vienen disfrazadas de inocentes corderitos, o coladas en causas justas como tejido necrótico. Los moralismos y los fundamentalismos nacen de una visión miope de la realidad fundamentada en el absolutismo maniqueo del blanco y el negro, del bien y el mal. Dentro del infantilismo que domina la vox populi, no es sorprendente el ver todo reducido a estos falsos componentes.
Sale una mujer profesional en traje de baño en unas fotos: zorra, inmoral, puta. Que la mujer no puede tener control sobre su sexualidad. La comunidad homosexual lucha por adquirir sus derechos humanos más fundamentales: inmorales, maricas, del diablo tanto ellos como sus defensores. La lista es casi interminable, y mientras sigamos con la caída en pérdida que estamos viendo en nuestra sociedad, en una carrera a ciegas por llegar a grados de intolerancia e ignorancia cada vez más absurdos, la lista seguirá creciendo.
Y es precisamente esta misma ceguera la que se reproduce en otras “opiniones informadas”. Me refiero a la fascinante cultura de la teoría conspirativa. La conspiración es algo muy real. Cada vez que dos amantes se llaman por teléfono para concretar su próximo encuentro carnal, conspiran. Cada vez que usted habla en voz baja con sus amigos para ponerse de acuerdo en medio de la llamada a la pizzería, conspiran. La historia está llena de ejemplos de conspiraciones. Algunas tienen suerte y otras no. Volvamos a Lares por unos segundos y mencionemos cierto grito.
Pero aunque las conspiraciones sean reales, la miopía del negro y blanco también se demuestra en teorías descabelladas que siguen dando golpes por ahí.
Que no quede duda que esa base militar secreta en el Yunque sigue ahí, guardando la entrada secreta de OVNIs.
En estos días he sido “bendecido” con una interminable lluvia de disparates conspirativos. Yo me crié con los cuentos anti-fluorización, entre tantos otros cuentos desmentidos hace décadas, pero no dejemos que los hechos se opongan a una buena historia, claro. Ahora las conspiraciones se adueñan de movimientos importantes y los muta al punto de neutralizarlos. Un ejemplo que me viene a la mente inmediatamente es la campaña contra la multinacional Monsanto.
Reconozco que Monsanto es un problema, pero me niego a caer en la histeria hipsteractivista que me hace creer que luchamos contra los zombies de Umbrella en “Resident Evil”. El verdadero problema con entes corporativos parasíticos como Monsanto lo es la asquerosa naturaleza capitalista de sus prácticas monopolísticas. El absurdo de patentizar semillas y negarles a agricultores los medios para crecer su sustento a base de un patente es criminal, absurdo y tiene que ser condenado. Sin embargo, he visto una tangente de alarmismo contra toda alteración genética, un atrincheramiento fundamentalista que apesta a sectarismo y que intenta dominar la conversación pública.
¿Acaso olvidamos que el ser humano lleva alterando genéticamente todo lo que se come por milenios? Hay un tipo que se llamaba Mendel que podría tener una conversación con ustedes, sectarios. Claro, si estuviese vivo, pero eso se resuelve con un buen medium.
Ya que estamos metidos en las conspiraciones, me informan que Monsanto hizo al Chupacabras. Hazlo un meme y pásalo.
La bobernidad no puede existir sin sectas, y en Puerto Rico todo es sectario. Se hace imposible comentar nada sin que alguna secta intente dominar y silenciar al que difiera, y la auto-crítica es un unicornio azul. La falta de conversación auténtica es un flagelo que atenta contra la democracia misma, pero tenemos suerte que en nuestra bobernidad la democracia no es a gusto con nuestro paladar.
La desconfianza y la tensión social generan búsquedas de verdades alternas, las cuales paradójicamente llevan a un tipo de visión de túnel, donde todo inmediatamente se convierte en otra conspiración de moda. Chávez y su cáncer. Los disparates de “Ancient Aliens”. El movimiento anti-vacunas. Septiembre once y ahora Boston. La lista es casi interminable. Conspiraciones por todos lados, men.
Todas estas proyecciones de inseguridad masiva comparten la ilusión fatalista de un Gran Poder monolítico (sea un Estado, una corporación, un grupo real o imaginario) contando con influencia y recursos casi inimaginables. Son unos entes anónimos aun cuando contamos con nombres. Sombras en cuartos oscuros llenos de humo, donde se deciden barbaridades dignas de cualquier película de verano. El popcorn es opcional. Pero la historia no sustenta esta mitología.
¿Quieren ver algo que no puede guardar secretos eficientemente? Bienvenidos al gobierno. No hay construido humano que cuente con más orificios que la Embarcación del Estado. Aún los secretos mejor guardados cuentan con rumores. No, un platillo volador no se estrelló en Roswell, Nuevo México, en el 1947. Sí, fuimos a la Luna. No, Elvis Presley no está vivo. Sí, la prensa corporativa es un problema, y sí, existen medios independientes. Sí, el capitalismo es una plaga, pero también lo es cualquier tirano vestido de rojo.
Si algo podemos aprender de la miopía bobernista es el cuestionar lo que nos rodea, pero hacerlo de una forma inteligente. Es vital para nuestro pueblo el despertar de su infantilismo y madurar, dejar las sectas y los dogmas, y sentarse a negociar. La voz del pueblo no se sirve a base de la gritería, del miedo, del ostracismo, del falso moralismo. Un pueblo saludable es uno informado, educado, y el cual abandona las muletillas fundamentalistas.
Eso no se puede con argumentos vacuos o perretas cibernéticas, o haciéndole caso a comentaristas de los medios con ínfulas de maestres, siendo verdaderamente una casta de Pángloses modernos expertos en nada y habladores de todo. Se abusa de términos como “terrorismo”, “genocidio”, “asesino” para justificar la demonización del contrario, y se reduce el espacio cibernético a garatas definidas por ataques ad hominem e hipérbolas injustificables, mutilando la posibilidad de la conversación a un buffet compuesto por locura, insultos y sueños neuróticos y flemáticos que le restan credibilidad a lo necesario, lo importante, lo cierto.
Sin embargo, tengo que admitir que la conspiración en la tierra de la bobernidad es divertida. Digo, algunos creen que la Unión Soviética sigue existiendo, o que la estadidad está a la vuelta de la esquina. Cada loco con su cuento, y no debo atentar contra su flow.
He argumentado sobre la experiencia compartida de vivir sembrados en la bobernidad, pero al admitir su existencia, ¿estamos obligados a discutir la aterradora posibilidad de una post-bobernidad? ¿Cómo sería tal cosa? Tal vez una singularidad virtual donde veamos un híbrido de nuestros dos últimos gobernadores en el cuerpo artificial de un pajarito divino apodado Kim. Nacido de un unicornio vegano llamado Monsantito.
El horror. El horror.