Una mujer afroamericana de 34 años, muere baleada por la policía cerca de los predios de la Casa Blanca. Misma que está cerrada porque ciertos señores de guerra, que disfrutan demasiado la hora del té, decidieron que los pobres no podemos tener salud. En el auto de la mujer baleada por la policía iba su bebe. Miriam Carey, aducen, padecía de depresión pos parto y esquizofrenia. Murió una mujer loca abatida por la policía y ahora por la prensa. ¡Era una histérica! Una mujer con su hija, de la que aún no se habla y con una condición de la que casi se habla murió porque somos incapaces de enfrentar nuestros miedos.
Claro está, esto no cancela que su acción nacida desde la locura puso en peligro la vida no solo de ella, sino también la de su pequeña, los transeúntes y los policías en el área…Pero, ¿matarla? El Representante texano Michael McCaul, quien alega ha sido puesto al tanto por los mismísimos del Homeland Security, le dijo a la prensa: she did not appear armed. There was no return fire. La locura, ¿será la peor de las armas?
Tres semanas antes de este incidente, Aaron Alexis, un afromericano de 34 años, se armó de una pistola y mató en el área conocida como Navy Yard a 13 personas. Alexis, informó el FBI, actuó solo mientras estaba bajo: the delusional belief that he was being controlled or influenced by extremely low frequency electromagnetic waves. Alexis murió baleado por la policía en el tercer piso de uno de los edificios. ¡Qué triste! Decimos todos, y acto seguido los medios nos informan que sus muertes han sido por el bien del colectivo, usted sabe, better safe than sorry. Son un daño colateral de su propia locura.
No perdamos de perspectiva que una mujer y un hombre ambos de 34 años, ambos con enfermedades mentales han sido víctimas colaterales de un estado de terror que en estos momentos se encuentra secuestrado porque nosotros, la mayoría, no podemos pagar planes de salud. Lo que trae a mi memoria las palabras compartidas por el Rev. Cornell West en su pasada visita a Puerto Rico: los norteamericanos le tienen terror a la muerte. Yo le añado que igual miedo le deben tener a la locura, por eso discriminan con ambas, por eso al enfermo mental se le mata. “Es por el bien de todos”. La locura nos recuerda la muerte y la muerte da terror.
En el Estado de Oaxaca, México, una mujer de origen mazateco paría en el patio de un hospital luego de haber estado por horas solicitando asistencia médica y esta le fuese negada. Así, resignada, se puso en cuclillas y trajo al mundo a su hijo en la grama. Mientras tanto, el subsecretario de Salud en Oaxaca, Maurilio Mayoral, explicó que este tipo de alumbramientos “fortuito” ocurren de manera constante; pero lo que si va a investigar es si realmente la rechazaron y por qué.
Me pregunto cuántas razones que no nazcan del discrimen puede tener un oficial de salud para no brindarle atención médica a alguien que la solicita y que visiblemente la requiere. O sea, ¿tan constantemente una mujer se ve obligada a parir en la grama de un hospital sin las mínimas consideraciones salubres? ¿Tan constantemente una mujer arriesga su vida y la de su hijo porque el Estado no puede garantizar los derechos más básicos, como lo es el acceso a un sistema de salud?
El Periódico Universal reseña que no es el primer caso en el que una mujer da a luz casi en plena calle, ya que hace mes y medio, otra joven alumbró sin que los médicos le brindaran la atención. Presumo, que en el Estado de Oaxaca los casos de alumbramientos fortuitos, después de todo, pueden tener como una constante el discrimen.
Las experiencias pasadas, me llevan a la explicación que daría Foucault respecto a la transición trascendental que se dio en nuestra sociedad cuando de la Soberanía evolucionamos al Estado Moderno. Al respecto, señaló que el desarrollo teórico de lo que constituye el arte de gobernar en contraposición a lo que constituía la soberanía, se basó en el control del discurso o del saber en vez de la represión directa. Es por esto que el Estado Moderno, busca gobernar ejerciendo su poder desde adentro de las esferas sociales, proyectándose como una extensión propia de la sociedad que funciona por y para la misma. Se levanta como un Estado de Derecho cuyo fin es el garantizar y proteger la vida de los individuos.
Para lograr esto, la legitimidad del Estado de Derecho se cimenta en la distinción respecto al derecho de hacer morir o de dejar vivir en contraposición al poder de hacer vivir o rechazo hacia la muerte. El primero se refiere a la forma de gobierno en la que el soberano utiliza la amenaza de muerte como método de control, en la segunda el control se viabiliza a través del poder del estado de controlar los distintos fenómenos vitales, el cual va a ser legitimado a través de la protección de la vida. Ese es el famoso contrato-opresión, el cual describe cómo se adapta el aparato jurídico a la práctica del poder sobre los hombres a través de la legitimación.
Es así, como el Estado Moderno logra un sometimiento voluntario [¿Oxímoron?] de los ciudadanos. El Estado de Derecho se nos presenta como un elemento que oprime a la vez que te libera. Pero, ¿qué sucede cuando esa garantía de liberación y protección a la vida no está al alcance de todo? ¿Acaso todos podemos ser oprimidos-reprimidos-sometidos pero no todos podemos gozar de los derechos que se nos garantiza como parte de la transacción?
Yo me sospecho que seguirán despertando locos que nos enfrentarán a diario con esa realidad opresiva de la fragilidad de la vida. Algunas lo harán trayendo vida contra todo pronóstico de dignidad en los patios de los hospitales, otros lo harán cegándonos la existencia para perpetuar el grito desgarrador de lo que para ellos simboliza estar vivo desde la locura.