En mis 44 años

Silla

Tengo 44 años. Mal estimado, me quedan unos 40 más de vida, esto para bien de pocos y mal de muchos. Por muchos años practiqué artes marciales. Abandoné clases, me botaron de dojos por indisciplinado y/o malcriado. No es algo que me enorgullezca, pero tampoco me avergüenza del todo.

Estoy de vuelta a mi primera disciplina. Pero hay algo diferente esta vez. Hay hambre, y hay duda. Cada golpe está aprendiendo a ser golpe sin más. Cada bloqueo. Cada patada. Me pierdo en combinaciones, y mi maestro ya debe estar harto de decirme que cuide mi guardia. Ya sé que pronto va a pasar de la advertencia al bofetón, hasta que haga de la guardia no una segunda naturaleza, sino la naturaleza misma.

cubiertos

Por disciplina camino desde mi casa hasta el punto de reunión, y así mismo regreso cuando termina la clase. Cansado, pero con alegría. Rabiosa. Salvaje. Y con más dudas, y búsqueda de respuestas. Hay algo en mí, lo siento, hay algo en mí que está cambiando. A pesar de todo, siento serenidad. No es zen, o si lo es, prefiero llamarlo serenidad. De momento escucho todas las voces a mi alrededor, y yo estoy sereno. Tengo tanta serenidad como debe tenerla un samurai en su mano, en el momento antes de desenvainar su espada. Respiro acompasado. El cuerpo está cansado, pero le pido esfuerzo y sigue.

Hace un par de días estaba hablando con Sabonin (maestro) Wilfredo. Le conté de mis miedos, mis dudas, la vocecilla de la duda que gota a gota corroe el metal más duro si se le permite. Y esto fue lo que dijo:

"Si se le permite, la voz está ahí. Escúchala. Pero no sigas su mandato. Cuando el cuerpo esté cansado, exige más. Cuando el puño esté cansado, lanza uno más. No es un puño, una victoria. Es que cada puño tiene que lanzarse como si fuera el único. Todos y cada uno de ellos, el único. La concentración de la voluntad en el filo de los nudillos".

muñeca

Esta mañana, como todas las mañanas, entrené. Todos dormían, la casa estaba a oscuras. Busqué en cada puño el único. En cada bloqueo. En cada patada. En cada pushup. En cada abdominal. En cada combinación. Ahí estaba presente la duda. La vi. La escuché. Escogí ser cada puño.

Entonces, pasé por el cuarto de mi hijo Eduardo. Estaba dormido. Me acerqué y suave le pasé la mano por su cabeza. Me dolía todo el cuerpo. Entré a la ducha y, mientras me bañaba, me eché a llorar.

futbolito

Lista de imágenes:

1. Jane Dorn, #2 de la serie Empirical Evidence, 2013.
2. Jane Dorn, #5 de la serie Empirical Evidence, 2013.
3. Jane Dorn, #20 de la serie Empirical Evidence, 2013.
4. Jane Dorn, #19 de la serie Empirical Evidence, 2013.    

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