El movimiento feminista nunca ha sido un solo movimiento y tampoco se ha enfocado en una sola lucha. A la hora de estudiar el feminismo occidental, porque desafortunadamente este es el único que seguimos estudiando principalmente desde la academia, encontramos que siempre han existido debates que han ayudado a su evolución. Las diferentes posturas dentro de este feminismo junto con las posturas de otros grupos feministas subalternos, que han señalado al feminismo occidental como uno universalizante, han ayudado a problematizar e impulsar nuevas lecturas y análisis de las diferentes opresiones que sufren muchas mujeres en nuestras sociedades, que, más allá de ser patriarcales, también son racistas, clasistas, heteronormativas y especistas.
Uno de los grandes debates dentro de los feminismos occidentales ha sido la representatividad dentro de los movimientos y la relación entre las diferentes personas dentro de los movimientos y con los mismos movimientos. Si bien en un principio asociamos los movimientos feministas occidentales con las mujeres, hoy en día sabemos que esa descripción se queda corta. En las últimas décadas cada vez se han unido más voces para impulsar, desde el feminismo, luchas que van más allá de los reclamos de las mujeres, en gran parte porque no todas las personas que nuestras sociedades catalogan como mujeres se identifican como mujeres y también porque no solo las mujeres sufren el patriarcado.
Cambiar la imagen monolítica de un feminismo occidental que se ha asociado, muchas veces de forma inconsciente, como heteronormativo, blanco, clasista y especista, ha sido una de las grandes constantes de muchos movimientos feministas, en gran parte porque dentro de este reducidísimo perfil no caben la mayor parte de las personas, ni siquiera la mayor parte de las personas que se identifican como mujeres. Por eso, las voces disidentes que van transformando los feminismos nos abren nuevas posibilidades que enriquecen el análisis y las luchas como tal. Por ejemplo, Monique Wittig cuestiona la idea de que las mujeres son un grupo natural y homogéneo, y propone impulsar las sociedades lesbianas como una forma de resistencia al patriarcado (31-43). Por su parte, Adrienne Rich desarrolla esta idea demostrando lo viciadas (bias) que han estado muchas investigaciones y análisis al asumir la heterosexualidad como un elemento “innato” (130-141). Rich reconoce el peligro de seguir asumiendo la heterosexualidad como la inclinación emocional y sexual natural la vida, porque, de verse así, la vida de muchas mujeres se verían como una patológica y depravada. Por eso, propone el concepto de la existencia lesbiana, no solo por la presencia de lesbianas, que han sido invisibilizadas en la historia, sino también por la creación continua de esa existencia. A su vez, plantea la idea del “lesbian continnum” para incluir la experiencia de las mujeres que se han solidarizado con otras mujeres, no solo a través de la experiencia sexual, es decir, la experiencia lesbiana como una hermandad, de solidaridad y resistencia. Para Rich esta existencia lesbiana rompe el tabú y el rechazo y, a la vez, es un ataque al derecho que creen que tienen los hombres sobre las mujeres; por lo que se podría decir que el “lesbian continnum” es un acto de resistencia. Para concluir, Rich señala el error de seguir comparando la experiencia de las lesbianas con la de los homosexuales porque hacerlo es borrar, una vez más, la experiencia de las mujeres. Es decir, si bien propone una identidad distinta a la que se había visibilizado por muchas feministas y reconoce que, aunque tanto los hombres homosexuales como las mujeres lesbianas han sido marginadas, hay que visibilizar la vulnerabilidad de las lesbianas también por ser mujeres.
Por otro lado, reconociendo la importancia de las identidades y la necesidad de seguir transformando los conceptos de género, para que ninguna persona se sienta excluida, Judith Butler estudia el problema de la representación y su relación con el lenguaje (23-50). Como muy bien explica Butler, si la representación visibiliza y legitima entonces podemos reconocer que durante mucho tiempo muchas personas no se sintieron representadas por el feminismo occidental debido a que este ha asumido la identidad de la mujer como representación política. Por eso, para Butler es importante problematizar el sujeto del feminismo y señalar lo equívoco que es utilizar la categoría de mujer como identidad común, primero porque la universalidad de la palabra es esencialista y, de la misma forma que no se puede hablar de un patriarcado universal, tampoco se puede hacer con el concepto de mujer; además, ni siquiera se puede hablar de una misma explotación sexual de las mujeres. Es decir, existen grandes limitaciones del discurso representativo del feminismo porque tiende a universalizar.
Además, según Butler, hay que recordar que el género no siempre se construye de forma consistente debido a los diferentes contextos, tanto históricos como sociales, como la raza o la clase (49). Es decir, con el tiempo, porque parecería que el género también tiene tiempo, las construcciones sociales de género se vuelven limitadas para muchas personas y por lo tanto tal vez sea el momento de hablar de la constante variabilidad de los géneros como elemento intrínseco de los feminismos. A su vez, Butler señala que si la construcción de la sexualidad se da dentro del discurso de poder, entonces tampoco sería posible que exista una sexualidad fuera de la normativa (93). Es decir, la repetición a lo largo del tiempo es lo que produce identidades porque la reiteración es lo que marca y produce sujetos.
J. Halberstam critica el monopolio que se ha creado sobre la identidad masculina como una blanca, heteronormativa y de clase alta, lo cual ignora las otras masculinidades, incluyendo la masculinidad femenina. A lo largo del capítulo, Halberstam evalúa cómo las sociedades han tratado de evadir las diferentes masculinidades y cómo se han manifestado frente a la masculinidad femenina. Por un lado, menciona que las sociedades occidentales categorizan los diferentes tipos de masculinidad a partir del referente blanco de clase alta, en donde en un extremo está el hombre negro o latino como un exceso de masculinidad y, por el otro extremo, la “carencia” de masculinidad asociada al hombre asiático. A su vez, se ha categorizado la masculinidad femenina como lo otro que es tolerable hasta cierta edad, por ejemplo, en el caso de una niña “tomboy” no se presenta como una amenaza a menos que no se feminice cuando llegue a la pubertad. Al igual que Rich, Halberstam señala las metodologías tradicionales como factores que ayudan a invisibilizar, en este caso, las otras masculinidades, y por eso propone metodologías queer que, a través de acercamientos interdisciplinarios y diversidad de métodos, recojan y produzcan información sobre los sujetos que han sido excluidos de los estudios tradicionales.
Un rasgo característico del texto de Halberstam es que incluye su experiencia personal para señalar la opresión que sufren la personas que no “cumplen” con las expectativas sociales, elemento de por sí poco tradicional en el ámbito académico, donde siempre se impulsa un distanciamiento con el objeto de estudio. Sin embargo, la experiencia de J. Halberstam, específicamente en los baños públicos, evidencia la opresión que sufren los cuerpos no normativos, en este caso las otras masculinidades, en acciones como ir a un baño público. La imposibilidad de ir a un baño público sin tener problemas debido a que tu cuerpo no sigue los estándares sociales muestran la arriesgada cotidianidad de tener un cuerpo ambiguo.
En los diferentes textos podemos reconocer algunas de las expectativas, tanto de activistas como de académicos, en cuanto a los enfoques del feminismo. Si bien los tres textos trabajan puntos diferentes, ninguno cancela al anterior, por el contrario, los tres se nutren entre sí y muestran la constante lucha por visibilizar, reconocer y representar las luchas feministas desde una perspectiva menos heteronormativa y excluyente: Unos feminismos más queer.
Lista de referencias:
Butler, J. “Sujetos de sexo/género/deseo”. El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. Editorial Paidós, 2007, pp. 23-50.
Halberstam, J. “An Introduction to Female Masculinity”. Female Maculinity. Duke Press, 1998, pp. 1-41.
Rich, A. “Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence”. Jackson & Scott. Feminism and Sexuality. 1996, pp. 130-141.
Wittig, M. “No se nace mujer”. El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Editorial Egales, Barcelona, 2006, pp. 31-43.
Lista de imágenes:
1-2. Faber Franco, "#PopUpCali", 2014