…qué ocurre cuando lo que se ve, aunque sea a distancia, parece tocarnos por un contacto asombroso, cuando la manera de ver es una especie de toque, cuando ver es un contacto a distancia…
-Maurice Blanchot
Virginia Mori, Due, 2011
Muchos nos fuimos. Estamos esparcidos por todos lados. Respiramos a diario la distancia que acecha. Pero algo cambió. Nuestra experiencia no es la misma que la de los que se fueron antes que nosotros. Para ellos, quizás, la distancia se materializaba de otras formas, con otros silencios. Para los que se fueron en la década del 50, del 70 o incluso del 90, irse implicaba otras reglas de juego.
En el 2011, la distancia se encuentra mediatizada por canales que permiten el fácil (y rápido) acceso a la información. Me levanto por la mañana y me entero de las cosas que pasaron en el mundo, o hasta en Puerto Rico, antes que mis padres que siguen allá. Entonces hablamos de lo digital. De la diferencia que hace vivir en una época digital, electrónica, conectada y globalizada. Yo estoy aquí y mi familia está allá, muy lejos, en ese lugar que es su aquí; en cualquier momento le doy a un botón en un programa de la computadora, y ahí están, casi aquí, pero enraizados en un allá.
Virginia Mori, Campo di gambe, 2011
Ahora hablemos del presente del allá de nuestro allá: hace unas semanas, en el posible corazón económico y cultural del mundo (digo Wall Street, digo New York) se ha materializado una serie de protestas modeladas según (o mejor dicho, que aprendieron mucho de) las recientes movilizaciones masivas de los países árabes y de los indignados españoles. Todos ellos comparten un sentido generalizado de inconformidad con el status quo, y un deseo profundo de cambio, arraigado en la voluntad democrática y la política de la no violencia; en otras palabras de lo que se trata es de hacer escuchar la voz del pueblo.
Yo sólo puedo hablar como testigo, a la vez distante e interesado en lo que ocurre allá. Me parece que es muy temprano para ejercer juicio sobre lo que puede devenir el movimiento de Occupy Wall Street, aunque realmente me parezca una luz que brilla y nunca se apaga del otro lado del puerto, una utopía que sabemos desde un inicio inalcanzable, pero por la que tenemos que luchar igualmente.
Virginia Mori, Sin título, 2011
Estábamos hablando de lo digital. Como testigo digital (por el momento) me parece interesantísimo el movimiento. Pero también como testigo digital voy notando algunas tendencias específicas que se cristalizan en aquella Babel tan distante. La violencia de la policía no me sorprende tanto. Ya sabíamos que la policía de Puerto Rico y la de NYC tenían lazos estrechos, y peores cosas (digo, más atropellantes hacia los derechos civiles) vimos durante la huelga de la UPR.
Más que los videos de oradores con renombre que han aparecido en las asambleas, más que los boletines que publica casi a diario la asamblea general y los canales de comunicación y solidaridad que se han creado, lo que más se me ha quedado grabado en la mente, por alguna razón que todavía no logro precisar, ha sido esto: la cantidad de fotos de personas con mensajes, claros y concisos en pancartas que rondan el Internet. Pienso en la época del meme. La juventud despliega su ingenio a través de estos mensajes contundentes; estos chicos se convierten por acto propio, pero también por el ajeno (el que toma la foto y la sube) en un cuerpo-imagen, y luego circulan libremente.
Virginia Mori, Caccia, 2011
Lo digital es un abismo, algo así como un vacío, una abstracción, o por qué no, una imagen. Lo particular (¿o lo monstruoso?) de este cuerpo-imagen es su ausencia de voz, ya que, al no tener corporeidad ,estrictamente hablando, no puede emitir voz alguna. La voz, sí, irónicamente eso, nada más efímero: una emisión, una vibración en y del aire que ejerce una serie de órganos de un cuerpo humano.
Materialmente hablando, la voz surge del aliento, del aire, que hace un recorrido desde los pulmones hasta ser expulsado fuera de la boca. En su carrera ha franqueado los pulmones, las cuerdas vocales, ha sido moderado por la lengua, los dientes, los labios y luego, como objeto mágico, es lanzado fuera de sí, para desvanecerse en el aire. Es una huella inmaterial, puramente transitoria, un fantasma de la materia; y aún así, un fantasma particular que este cuerpo-imagen no logra capturar.
Virginia Mori, Trafitto, 2011
No me entiendan mal. El cuerpo-imagen tiene significado, lleva un mensaje. El problema es que al no tener voz, ya no tiene acceso a la más básica de las funciones: el grito. Este nuevo cuerpo sólo puede existir como un grito sofocado.¿Y sin grito, quién se percata del cuerpo-imagen y de lo que tiene que decir? Acaso sólo la mirada aleatoria, o la mirada que decide increpar, la que conoce los canales de comunicación; ciertamente no la mirada hegemónica, no la mirada de los medios, y mucho menos la mirada de los que nos gobiernan. En EE.UU. los medios se han resistido a reportar casi la totalidad de los eventos que han tomado lugar en las últimas semanas en Wall Street. Recién ahora, cuando se multiplican por miles los cuerpos, comienzan a admitir la existencia de algo.
Y sin embargo, yo sigo acá, en mi acá. Miro hacia allá y es cierto que no puedo prescindir de la distancia. No obstante, no puedo dejar de pensar que de alguna manera también estoy allá. Que la distancia en conjunto con el abismo paradójico de lo digital me permite casi estar allá, sentir el allá.
Virginia Mori, Sin título, 2011
El año pasado, durante el episodio más oscuro que me tocó presenciar desde que entré en la Universidad, ese día nefasto que entró la policía al recinto de Río Piedras, lloré. Físicamente no estuve allí. Pero literalmente lo vi mientras pasaba. Me acuerdo el mensaje de Radio Huelga que lo anunció, a dos, cinco minutos desde que comenzaron las movilizaciones, los videos. Esperé lo peor. Lo sufrí en carne propia. Estuve allí.
Ahora, me toca otro capítulo en que estoy y no estoy. Y creo que más que estar en espíritu, estoy como testigo (parcializado, subjetivo) de lo que está pasando. Ahora yo también me quiero convertir en un cuerpo-imagen, en las palabras que quizás leen en este momento, que circulan libremente. Ahora quiero formar parte de esos cuerpos que por ahora no tienen una voz, propia, corpórea, pero sí tienen dirección, y un deseo de encontrarse con el fantasma que se dejó atrás, el grito, y que nuevamente, si es que alguna vez alguien lo hizo, los escuchen.
Virginia Mori, Buco, 2011